DECANATO
DE TAXCO
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO FEBRERO DEL 2018
MENSAJE DE CUARESMA 2018
«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)
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Queridos hermanos y hermanas:
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Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.
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Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).
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Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.
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Los falsos profetas
Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?
Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.
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Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.
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Un corazón frío
Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo[2]; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?
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Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
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También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.
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El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4].
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¿Qué podemos hacer?
Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
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El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
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El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]
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El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.
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Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.
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El fuego de la Pascua
Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.
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Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.
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En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.
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Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.
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Vaticano, 1 de noviembre de 2017 Solemnidad de Todos los Santos Francisco
[1] Misal Romano, I Dom. de Cuaresma, Oración Colecta.
[2] «Salía el soberano del reino del dolor fuera de la helada superficie, desde la mitad del pecho» (Infierno XXXIV, 28-29).
[3] «Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el protagonista» (Ángelus, 7 diciembre 2014).
[5] Cf. Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, 33.
[6] Cf. Pío XII, Enc. Fidei donum, III.
[7] Misal Romano, Vigilia Pascual, Lucernario.
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31 DE ENERO 2018
Catequesis del Papa: “La Palabra de Dios manifiesta y favorece la comunión”
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“La Liturgia de la Palabra como diálogo entre Dios y su pueblo”, tema de la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles 31 de enero de 2018. Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
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“Después de haber dedicado varias catequesis a los Ritos Introductorios de la Santa Misa, consideramos ahora la Liturgia de la Palabra, que es una parte constitutiva de la celebración Eucarística, en la que nos reunimos para escuchar lo que Dios ha hecho y quiere hacer por nosotros”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del último miércoles de enero de 2018, prosiguiendo con su ciclo de catequesis dedicadas a la Eucaristía.
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Es una experiencia que sucede “en directo” y no por algo que nos dijeron, porque “cuando en la Iglesia se lee la Sagrada Escritura – precisó el Pontífice citando el numeral 29 de la Ordenación General del Misal Romano – Dios mismo habla a su pueblo y Cristo, presente en su Palabra, anuncia el Evangelio”.
La Liturgia de la Palabra, «mesa» del Señor
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“En la Liturgia de la Palabra las páginas de la Biblia dejan de ser un texto escrito para ser palabra viva de Dios. Él mismo nos habla y nosotros lo escuchamos poniendo en práctica lo que nos dice”
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Por ello, afirmó el Santo Padre, tenemos necesidad de escucharlo. De hecho, es una cuestión de vida, como bien lo recuerda la expresión que “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. “En este sentido – precisó el Papa – hablamos de la Liturgia de la Palabra como de una ‘mesa’ que el Señor dispone para alimentar nuestra vida espiritual, tanto con las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento, como también del salmo responsorial”.
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Pensemos en la riqueza de las lecturas bíblicas que nos ofrecen los tres ciclos dominicales, indicó el Pontífice, que a la luz de los Evangelios sinópticos, nos acompañan en el curso del año litúrgico. “Deseo aquí recordar la importancia del Salmo Responsorial – puntualizó el Papa – cuya función es de favorecer la meditación de lo que hemos escuchado en la lectura que lo precede. Es bueno que el Salmo – agregó – sea valorizado con el canto, al menos con el estribillo”.
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La Palabra de Dios manifiesta y favorece la comunión eclesial
“La proclamación litúrgica de las lecturas, con las antífonas y cantos tomados de la Sagrada Escritura, señaló el Obispo de Roma, manifiestan y favorecen la comunión eclesial, y acompañan nuestro camino de fe. Hay que valorar la liturgia de la Palabra, formando lectores y creando un clima de silencio que favorezca la experiencia del diálogo entre Dios y la comunidad creyente”.
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Sabemos que la Palabra del Señor es una ayuda indispensable para no perdernos, recordó el Papa Francisco, como bien lo reconoce el Salmista que, dirigiéndose al Señor, confiesa: «Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino» (Sal 119, 105). ¿Cómo podremos afrontar nuestra peregrinación terrena – se pregunta el Pontífice – sin estar alimentados por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia?
Catequesis del Papa: “La Palabra de Dios manifiesta y favorece la comunión”
Dejar que la Palabra inunde nuestros corazones y ponerla en práctica
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«Queridos hermanos ¿cómo podremos afrontar nuestra peregrinación en la tierra, sin dejarnos alimentar por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia? Pidamos al Espíritu Santo que abra nuestros corazones a la Palabra y que la pongamos en práctica en nuestra vida cotidiana.
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En los textos bíblicos Dios mismo habla con nosotros. Acojamos con alegría su Palabra, para que la semilla que el Señor siembra en nuestro corazón crezca y dé frutos abundantes».
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La Madre de Dios guíe nuestro camino
Quiera el Señor colmar vuestros corazones con un gran amor a su Palabra, para que puedan poner la voluntad divina en el centro de vuestra vida, como la Virgen María. Ella que acogió y en la que se encarnó el Verbo de Dios, sea vuestra guía y consuelo.
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La Exhortación del Apóstol Santiago, en el saludo del Papa también a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Oriente Medio:
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«Queridos hermanos y hermanas, la acción del Espíritu necesita corazones que se dejan moldear y cultivar, por lo tanto «pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos»
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«Participando en la Santa Misa intenten escuchar con atención la Palabra de Dios», alentó asimismo el Santo Padre en su saludo a los peregrinos polacos:
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«Que la Palabra los forme y transforme. Que pueda moldear la vida de vuestras familias y, en particular, inspirar la educación de los niños y de la juventud. Anuncien la Palabra de Dios por doquier, no tengan miedo de hablar de Dios, de la fe, de la Iglesia. Confírmense los unos a los otros en la fe, para perseverar fielmente en la enseñanza de Jesús».
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La audiencia general coincidió con el día en el que la Iglesia hace memoria del Fundador de los Salesianos y el Papa Francisco lo recordó en sus palabras de aliento y bendición a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:
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«Hoy recordamos a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud. Queridos jóvenes, contémplelo como educador ejemplar. Ustedes, queridos enfermos, siguiendo su ejemplo confíen siempre en Cristo crucificado. Y, ustedes, queridos recién casados, acudan a su intercesión para asumir con generoso compromiso vuestra misión conyugal»
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24 DE ENERO 2018
Recemos por Chile y Perú, dos países hermanos
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Una amplia síntesis de lo que fuera su 22º Viaje Apostólico Internacional. El Pontífice revivió junto a los fieles del mundo su recorrido por estas dos naciones hermanas y los temas que abordó en cada uno de los lugares.
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Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano
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Como era de esperar el Papa Francisco dedicó su catequesis en el miércoles 24 de enero al reciente viaje a Chile y Perú. La Audiencia General tuvo lugar en la Plaza de san Pedro, repleta de peregrinos provenientes de distintos lugares del mundo, y también en el Aula Pablo VI, desde donde un grupo de niños siguieron la catequesis del Pontífice. “Queridos hermanos y hermanas: Regresé hace dos días de mi Viaje Apostólico a Chile y Perú. Le doy gracias al Señor que todo haya salido bien. Allí tuve la oportunidad de encontrar al Pueblo de Dios que peregrina en aquellas tierras, y de animar la fe y el desarrollo social de esos países. Reitero mi gratitud a las Autoridades civiles y a mis hermanos Obispos, que me recibieron con gentileza y generosidad, así como a todos los demás colaboradores y voluntarios”, expresó en primer lugar.
El recorrido en Chile
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“Mi llegada a Chile – dijo en nuestro idioma- estuvo precedida por algunas manifestaciones de protesta, por diversos motivos; que han hecho aún más vivo y actual el lema de mi visita: «Mi paz os doy», palabras de Jesús a sus discípulos, y que repetimos en cada Misa: el don de la paz, que sólo el Resucitado puede dar a quien confía en él. Allí tuve ocasión de reunirme con todas las realidades del país. Alenté el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir la diversidad, con el método de la escucha, especialmente de los pobres, los jóvenes, los ancianos, los inmigrantes y la tierra”.
Hablando en italiano el Papa detalló su estadía Chile: “En la primera Eucaristía, celebrada por la paz y la justicia, resonaron las Bienaventuranzas, especialmente ‘Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios’”. Una Bienaventuranza, subrayó, que hay que testimoniar “con el estilo de la proximidad, la cercanía y el compartir, reforzando así, con el estilo de Cristo, el tejido de la comunidad eclesial y de la sociedad toda”.
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De este estilo de proximidad, donde “cuentan más los gestos que las palabras”, el Obispo de Roma señaló el gesto de visitar la cárcel de Santiago para mujeres a quienes alentó a exigir, de sí mismas y de las instituciones, “un camino serio de preparación a la reincorporación, como horizonte que da sentido a la pena cotidiana”.
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Sucesivamente recordó que con los sacerdotes, consagrados y Obispos de Chile, vivió momentos intensos y fecundos por el sufrimiento compartido debido a algunas heridas que afligen a la Iglesia del país. “En particular, confirmé a mis hermanos en el rechazo de todo compromiso con los abusos sexuales en menores, y al mismo tiempo en la fe en Dios, que a través de esta dura prueba purifica y renueva a sus ministros”, manifestó.
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Por último sobre las dos misas celebradas, en el sur y norte respectivamente, aludió al llamamiento por la paz que hizo en el sur, la tierra donde viven los Mapuches, y a la religiosidad popular en el lugar donde confluyen diversidad de pueblos, Iquique .
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Sobre el encuentro con los jóvenes y la Universidad Católica de Chile, hizo referencia a la frase “programática” de san Alberto Hurtado que les dejara a los jóvenes "¿qué haría Cristo en mi lugar?", y explicó el modelo de formación integral propuesto en la universidad el cual “traduce la identidad católica en capacidad de participar a la construcción de sociedades unidas y plurales, en donde los conflictos no son ocultados sino tratados en el diálogo”. "Siempre hay conflictos, también en casa - expresó. Pero tratar los conflictos mal es aun peor. No esconder los conflictos bajo la cama, los conflictos que vienen a la luz, se hablan, se resuelven con el diálogo".
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El recorrido en Perú
“En Perú, el lema era «Unidos por la esperanza», que invita a caminar juntos con toda la riqueza de las diferencias que heredamos de la historia y la cultura. Esto lo ha confirmado el encuentro con los pueblos de la Amazonia peruana, que ha dado inicio al itinerario del Sínodo Pan-amazónico de octubre 2019, y también los momentos vividos con la población de Puerto Maldonado y con los niños de la Casa de acogida “El Pequeño Príncipe”, y con todas las demás realidades de Trujillo y de Lima”.
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Del encuentro con los Niños en la casa de acogida, el Papa subrayó el “no” que juntos dijeron a la colonización ideológica; y se refirió sucesivamente al encuentro con las autoridades, en cuyo discurso puso en el centro las dos realidades que más gravemente amenazan el patrimonio ambiental, cultural y espiritual del país, a saber, el degrado ecológico social y la corrupción, remarcando que “nadie está exento de responsabilidades ante estas dos plagas y que el compromiso de contrastarlas compete a todos”.
Sobre las dos misas que celebró en el país andino, el Papa recordó en primer lugar la de Trujillo, ciudad costera que fuera azotada duramente por el fenómeno de El Niño, cuya población animó a reaccionar no sólo a la tempestad natural sino también a las tempestades de la mala vida, la falta de educación, de trabajo y de demora segura.
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Luego habló de su encuentro con los sacerdotes y consagrados, - que también tuvo lugar en Trujillo - a quienes exhortó a ser memoriosos y fieles a sus raíces, y también recordó la coronación de la Virgen de la Puerta proclamada “Madre de la Misericordia e de la Esperanza”.
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Por último el Su Santidad recorrió la jornada final de su Viaje Apostólico, llevada a cabo en Lima, en donde encontró a cerca de 500 religiosas de vida contemplativa en el Santuario del Señor de los Milagros, y también el momento especial de oración por intercesión de los santos peruanos en la Catedral de Lima, a lo que siguiera el encuentro con los Obispos del país.
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No olvidó el encuentro con la juventud peruana a quienes contó que dejó indicada la figura de los santos que “no perdieron tiempo maquillando la propia imagen”, sino que siguieron a Cristo, ni la última celebración eucarística, cuyo Evangelio resumió el mensaje de Dios a su Pueblo en Chile y Perú: “Conviértanse, y crean en la Buena Noticia, recibirán la paz que les doy y estarán unidos en mi esperanza”.
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